sábado, 5 de diciembre de 2009

Yo tampoco quiero hablar con vos


La gente en general me cansa muchísimo. No aguanto los llamados telefónicos de números desconocidos, no tolero ni un poquito la inutilidad y la lentitud, y me pone furiosa que los pasajeros que se suben antes que yo al colectivo paguen con 14 monedas de 10 centavos.
Tampoco soporto las esperas, ni la cajera del supermercado barrial que para ahorrarse una miserable bolsa te mete todo junto y cuando salís, se te corta la odiosa manijita, entonces se te rompe la mitad de lo que compraste y la otra mitad, queda prolijamente esparcida por el suelo.
No aguanto a los deliverys que llegan cuarenta y cinco minutos después de lo que te dijeron y nunca traen cambio, ni a los taxistas que redondean a su favor.
Pero creo que una de las situaciones que sacan lo peor de mi son las personas que te hablan sin que vos les hayas dado una endeble señal de querer trabar conversación con ellos. Esos que te clavan la mirada fijamente, y hasta que no le devolvés el favor, ahí están, escudriñando como fieras agazapas a su presa.
En la tarea diaria de un cronista, son muchas las veces en las que tenés que soportar el chubasco de ser fletado al infinito y más allá por el entrevistado al que le resultaste inoportuno, o simplemente no te quiere contestar. Pero señores, sépanlo: yo tampoco quiero hablar con ustedes! En verdad, sólo quiero hablar con muy pocas personas en este mundo: mis sobrinos, con Tuluz, con mi vieja, mis hermanos, mis amigos y el Nacho. De vez en cuando, he entrevistado a personas que me han dejado con la boca abierta y el corazón encogido de emoción, son los menos, contados con los dedos de una mano, pero los recuerdo puntualmente. Sin embargo, a diario, tengo que soportar los embates de una profesión no querida por casi toda la sociedad, y de esas nominadas para tener la culpa de todo lo que sucede sobre la faz de la tierra. “Es culpa de la prensa” “Los diarios publican cualquier cosa” “Lo que pasa es que vos no entendiste lo que te quise explicar” “yo no dije eso” “lo sacaron de contexto” “Ahora no te puedo atender, estoy en una reunión” “No tengo nada para decir”, son las contestaciones que recibo unas 130 veces por día.
A veces, entiendo, me pongo en el lugar del otro y entiendo. Y otras, tengo ganas de decirles la verdad: yo tampoco tengo ganas de hablar con vos! Si fuera por mi escribiría acerca de la floración del jacarandá los 12 meses del año! ¿Por qué se creerán exclusivos? ¿Por qué supondrán que yo tocaría el cielo con las manos si me dieran esa entrevista a la cual no quieren responder? Yo soy feliz con otras cosas. Si me levanto y encuentro inmediatamente los zapatos al lado de la cama. Si no me quedo dormida con los lentes de contacto puestos. Cuando logro terminar un libro y cuando descongelo la heladera antes de que se haga el glaciar Perito Moreno adentro, tan simple como eso.
Pero lidiar con un político que sé que me está mintiendo, con un funcionario que esconde el 90 % de información genuina, con un médico que se cree la encarnación de dios en la tierra, con un vecino enfurecido porque hace 20 días que no tiene agua y con un empleado público que hace cien años que no quiere trabajar, no es una tarea que siempre encuentro agradable.
Por eso, hagámosla corta, que nuestro contacto dure un suspiro. Dame lo que busco y desapareceré sin dejar mucha huella, y para cuando te des cuenta, ambos nos habremos olvidado uno del otro. Tus respuestas formarán parte de mi memoria más inmediata y vos no sabrás de mi hasta nuestro próximo olvido.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Adicto a la redacción


Hoy quiero hablarte a vos, inadaptado social que no hacés otra cosa que trabajar, mientras el resto de los mortales estamos ocupados en algo mucho más urgente: vivir la vida.
Hoy quiero hacerte reflexionar, marmota rastrera que no hacés otra cosa que succionar los calcetines de tu jefe o jefa, y mientras los seres del montón (es decir, todos nosotros) sacamos la cuenta de cuántos minutos nos quedan para salir rajando del yugo torturante, vos disfrutás de quedarte a regalar tu tiempo en la empresa, negocio, sucio mostrador alienante detrás del cual te gusta quedarte encerrado, mientras el mundo gira, y pasam los otoños, inviernos, veranos y primaveras sin que te des cuenta, sin que sientas frío ni calor, porque total, dentro del apestoso cubículo donde ubicás tu repugnante existencia sin gracia, siempre hacen 25 grados.
Pero en especial, quiero dirigirme a todos estos parásitos que crecen en las redacciones, porque, nobleza obliga, primero está mi profesión periodística, y además, porque los que más me molestan son los que tengo más cerca. Aunque, reconozco que en el ejercicio de cualquier actividad remunerativa siempre hay alguna alimaña de estas que no disfrutan de la vida, y tampoco permiten que los demás lo hagan.
Díganme quien no tuvo alguna vez un compañerito de estos que han dejado de sentir gusto por la vida, y cuyas anécdotas se reducen a lo que hizo o dijo tal funcionario, al título que le ganaron a otro, a la notita que sacaron primero, y a la información que nadie tiene y que sus geniales cabezas se apuraron en conseguir…
Son los mismos que si no respiran un poco del monóxido de carbono que se cuece en una redacción, pueden morir de un ataque de aire puro en el parque.
Entran a trabajar a las mañana y se vuelven a sus agujeros a la noche, asustados de tener que conectarse con un pariente, familiar, amigo que no entienda lo que es título y bajada, fóbicos de entablar una charla con el verdulero, y desesperados por la falta de cafeína en sangre que proveen las máquinas expendedoras de ese brebaje negruzco que te carcome las entrañas.
Entonces, como no pueden arrastrar sus existencias plomizas, como se les oxidaron las persianas de sus cuchas por no abrirlas nunca, no tienen problema en cagarte lisa y llanamente la vida, trabajando más de la cuenta.
Cuando nadie lo quiere hacer, surge el solista de la pelotudez “yo lo hago, no tengo problema!”
A ese viaje que nadie quiere ir, él acepta participar, aunque se tenga que volver de un crucero por las Islas Vírgenes para hacerlo
Si hay una nota a las 3 de la mañana, él va, y le compra las pilas al grabador de su propio bolsillo.
Si no hay auto para concurrir a una entrevista en el fin del mundo, él presta el suyo, si no lo usa más que para estacionarlo frente al diario, revista barrial, semanario, o pasquín en el que se desarrolla su mediocre capacidad periodística, que el valora como una ciencia exacta y como el único sentido de su existencia
Hace 12 años que no se toma dos días de franco seguidos, porque los está juntando para un viaje que, por supuesto, nunca hará
Se volvió antes de las vacaciones porque “se le acabó la plata y qué iba a hacer tantos días en su casa”
Si, tuvo una relación en serio en su vida de la que no se acuerda muy bien, pero cree que fue a los 14 años
Sólo lee revistas de actualidad, consume diarios y está enchufado las 24 horas a los medios digitales
La última vez que no trabajó un domingo fue cuando hizo la primera comunión
En definitiva, si tuviera que vivir la vida, debería alquilarse una.
Por mi, podría seguir vegetando perfectamente en su nube de papel de diario, que me daría exactamente lo mismo. Pero hay un detalle: estas personas nos traen problemas a los que nos gusta disfrutar de nuestra existencia, de los que regamos las plantas, hacemos de comer, caminamos en patas por la casa, nos juntamos con los parientes por más desarmadas que tengamos las familias, y nos rascamos la panza de vez en cuando. Y si hay algo que me produce una furia incontenible, es que me los pongan de ejemplo.
Porque si el pelotudo que está atado con un grillete a la pata de su escritorio por su voluntad propia, quiere seguir ahí, Adelante! Yo lo ayudo a cerrar el candado y me trago la llave así no la encuentra nunca más.
Ahora, ¿sería posible que se ahogara en su mar de boludez solo, o yo lo tengo que ir a admirar? ¿Tendría que ahogarme con él para imitar tanta virtud?
Querido adicto al trabajo, quiero decirte que te podés ir bien a la concha de tu madre, aunque eso te quedaría lejísimo de la redacción, y no sé si soportarías el exilio.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El pez por la boca muerde (o cómo salir airosa de la discusión)


Cuántas veces te ha pasado, amiga, cuántas… Justo en esa pelea, en ese momento clave en el que tendrías que haber tenido el remate a flor de labios, tuviste que retirarte con el sabor amargo de no estar diciendo lo suficiente, en el instante indicado. Te ganaron por abandono, y desapareciste mordiendo el polvo de la derrota verbal… Pero lo peor no es eso.
La más patética de las sensaciones viene después, cuando una vez en la paz de tu hogar, se te empiezan a ocurrir todas las contestaciones que no pudiste ni siquiera imaginar en el campo de batalla…
A cuál de nosotras, después de un entrevero antológico, de esos de perro y gato con un jefe, marido, amante, cajero del supermercado, empleado de banco, cobrador de impuestos, abogado defensor de ex marido, o ex marido en si, no le hubiera gustado decir la maravillosa frase de Bridget Jones “Prefiero lavarle el culo a Saddam Hussein que estar a 50 metros de ti". Descartadas las apreciaciones sobre la calidad de muerto de Saddam, -bien podríamos decir, “prefiero lavarle el culo a George Bush” para hacer aún más aborrecible la comparación- no hay placer más maravilloso que se te ocurra la contestación exacta en el instante elegido para dejar atónito, sin aliento, callado, boquiabierto y totalmente off side, al renacuajo que te hostigó, al vil gusarapo que te amenazó, al sucio ruin que te torturó la cabeza, haciéndolo sentir un triste perdedor del lenguaje.
Porque mientras él te mira dando lengüetazos de ahogado, vos te vas, exultante, girando sobre tus talones y despareciendo para siempre de su radio de acción envenenado.
Sin embargo, no siempre podemos retirarnos con el dulce sabor de la palabra cumplida. A veces tenemos que dar el brazo a torcer, y reconocer que nos quedamos cortas, que no dijimos ni lo justo, y menos lo necesario. Que nos mandaron al descenso de la primera línea de la discusión verbal, y que, si bien el pez por la boca muere, el pescado seguramente muere por su mudez.
Por eso, loas a Briget, nuestra guía espiritual. Odas a quien delató al jefe acosador delante de toda la oficina, salud por ella!.
Invoquémosla antes de cada embate para que su rapidez de reflejos y su acidez de lengua nos ilumine y lo dejemos knockout en la discusión, que es en el lugar en el que verdaderamente se bate al enemigo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Los cinco hijos de puta clásicos de los que las mujeres se enamoran en las redacciones


A todas las mujeres que trabajamos en los medios, nos ha pasado alguna vez de enamorarnos de uno de estos cinco ejemplares de hijos de puta. Yo sé que la tipología se adapta a cualquier profesión, sin embargo, elijo concentrarme en la mía, porque no me gusta hablar de lo que no conozco. Estos ejemplares, amigas periodistas, todas los conocemos, o al menos, tenemos una amiga que llegó a sentarse en el escritorio de al lado, el domingo a la mañana después de haber llorado como una niña de quince hasta las cinco y de haberse atiborrado de alplax. Bueno, para ustedes, chicas, mi sencillo homenaje, no sin antes, dejarles una reflexión final: Todas somos unas boludas, y deberíamos tatuarnos la L en la frente, porque nadie nos obligó a tener a ninguno de estos muertos en el placard, y no obstante, los tenemos.

Los cinco hijos de puta que se pueden hallar en una redacción y con los que seguro te acostaste alguna vez (o estuviste a punto de hacerlo)


1)- El poeta maldito (un boludo que escribe las mismas notas remanidas que todos escribimos y sin embargo le planta dos o tres metáforas en el medio y ya se siente Rimbaud) El poeta maldito sigue siendo igual toda la vida, de viejo porrea un poco menos, pero sigue escribiendo boludeces lacrimógenas, que no tienen ni la más remota alusión al periodismo. El papel, como algunas mujeres idiotas, aguanta todo.

2)- El niño abandonado: una especie parasitaria que siempre se puede hallar en una redacción. Generalmente tuvo algún problema familiar real, cuando tenía entre 2 y 7 años, que podría haber superado con terapia, pero que le viene joya a la hora de querer que alguna boluda le de el ok (me ha pasado, puedo dar fe) Sus otras versiones son: el niño huérfano, el niño no deseado (funcionan igual)

3)- Dr Jackyll - Mister Hyde: Este da más en el perfil de los editores. Es una especie de cordero con piel de lobo y no al revés, que la juega de confundir a las chicas, y tratarlas pésimo cuando está de buen humor, y bien cuando carajea a todo el mundo. Es el típico "rústico al que hay que domesticar", y algunas se lo proponen como un desafío, como bajar 20 kilos en un mes o dejar de fumar en 24 horas. Asumámoslo: El querer cambiar a sujetos a los que se les nota a la legua que quieren seguir siendo así toda la vida, es un defecto exclusivo de nuestro género.

4)- El pensador (Típicos ejemplares de diarios digitales) También lo podés encontrar en su versión columnista, editorialista, opinólogo. Es el clásico que hace 152 años que no sale de una redacción, y piensa que puede disertar sobre cualquier tema, y darle a la gente la herramienta para decodificar todas las payasadas que suceden fuera y muy lejos de su cubículo. Lo peor es que no tienen ni siquiera que ser lindos, y cuidarse un poco, no... las mujeres les damos bola igual... Lo rescatable de estos seres degenerados, es que se saben muchas palabras. Básico leer el diccionario todos los días. Porque en verdad, reflexionan con los mismos argumentos que la panadera de la esquina, pero se sienten Juan José Sebreli.

5)- El pseudo outsider. En general, es un vago. Un vago total que no quiere trabjar y que para zafar, dice que se rige por principios laborales diferentes a los de todos los demás. Quiere publicar una nota por mes, escribir sobre la floración del durazno y salir en la tapa del diario. Ese maestro se engancha siempre una mina a la que le gusta mostrarse por ahí con un freack del ambiente. Generalmente fuma como un murciélago, toma como un irlandés en San Patricio y aspira como un oso hormiguero. Pero a nosotras eso de andar recuperando adictos y llevando gente sobre nuestros hombros, nos enternece muchísimo!

Todos estos muchachos, vienen en versión "Casado-pero-estoy-a-punto-de-separarme-porque-mi-mujer-no-entiende-esta-profesión-que-suerte-que-vos-me-entendés" y "no-me-casé-nunca-porque-ninguna-mujer-entendería-esta-profesión-que-suerte-que-vos-me-entendés"

En fin, sé que algunas de mis amigas me van a decir "A vos te habrá pasado, porque lo que es a mi, nunca", y les creo. Sólo que conozco a más mujeres que se enroscaron en una relación de estas que las que nunca tuvieron el placer de acompañar a uno de sus amantes a vomitar al baño, o pasarse toda la velada romántica escuchando un compendio de anécdotas profesionales de un ególatra, que en otro contexto resultarían tan divertidas como quedarse un sábado a la noche escuchando un disco de Copani.
A todas las que sí reconocen que se tuvieron que gastar guita en psicólogos y en corrector de ojeras, y para las que pudieron zafar, mis felicitaciones, y a las que no, reaccionen, chicas! Vistos desde lejos, estos liliputienses mentales son tan interesantes como un mozo, un lustrabotas, un cobrador de seguros o un payaso. Nada más que a la luz de las redacciones, todos se ven como un proyecto de Lanata en la piel de Benicio del Toro. Pero todos y cada uno de ellos, creanme, chicas, terminan destiñendo

miércoles, 24 de junio de 2009

Reflexiones acerca de Dr House y Pepe le Pew


Hace unos días leí por ahí que habían elegido a Hugh Laurie el hombre más sexy del mundo /www.minutouno.com/1/hoy/article/110483-Dr.-House,-el más-sexy-de las-series/
Esto me despertó una reflexión… hay algo de cierto, chicas, en que a las mujeres lo que nos atrae verdaderamente es que no nos den bola. Es cierto, porque convengamos, el hombre es lindo, pero tampoco da para considerarlo el más sexy del planeta tierra y sus alrededores. Sin embargo, hay algo, esa mezcla de amargo y desamparado, que hace que a una la atraiga como mosca a la miel. Esa cosa de “te quiero, pero como soy imbancable te rechazo” es lo que nos gusta, si, si, confesalo, querida!!!!!! Te gusta esa onda de te-empujo-fuera-de-mi-casa… Te gusta….! Te gusta para poder volver, para ingeniártelas buscando una excusa, un pretexto, un camino alternativo, y así te rechace 115 veces, lo volverías a intentar 116 veces más.
Y eso es porque, todas, desde la más tierna infancia, hemos tenido la fantasía de que lo vamos a cambiar. Todas soñamos con que nos toca Mr Hyde y lo transformamos, por obra y gracia de nuestro embrujo femenino, en un inteligente Dr Jackyll casero, que pasa de emborracharse con alcohol de quemar, fumarse hasta los malvones del patio y pasarse el fin de semana tirado en su cama con las persianas bajas, a hacer el asado, regar el jardín y llevarte al Easy a comprar plantitas nuevas…. Es el cuento de nunca acabar, todas lo escribimos con la mente alguna vez.
Lo que nos atrae de House es esa mirada displicente, esa desgraciada frialdad que nos pone especialmente insisti-idiotas, esa sistemática forma de rechazo lo que nos despierta un sentimiento de repetición hacia el infinito. Ahí está, él rechazando la apuesta y ella duplicándola, convirtiéndose en una especie de Pepe Le Pew de carne y hueso. Espero que te recuerdes del personaje ese, era el dibujo animado de los 80’ en el que un zorrinito saltarín iba en busca de una zorrinita, que en verdad era un gato y que no hacía otra cosa que rechazarlo, escapándose a las corridas, mientras Pepe iba saltando en dos patitas tras de él. Su frase característica, en tono afrancesado era “mi zoguinita”. Tal cual…mientras más despreciativo se muestra House, con esos ojos azules que te hablan desde su más profunda inefabilidad, más te quedarías en tu casa todo el fin de semana viendo la 5 temporada por tercera vez. Basta de mentir diciendo que la serie está buenísima, y toda esa patraña, porque todas sabemos que esas enfermedades son imposibles de digerir y que si te toca un médico así, de lo único que tendrías ganas es de tirarte de la terraza del hospital en cuanto te pudieras mover como una medusa unicelular. Lo que te hace no separarte de Universal Channel a las 20 de lunes a viernes, es que House representa a esa clase de hombres de los que una mujer difícilmente no pueda quedar prendada…todas hemos sido alguna vez adictas al fracaso, querida. Vos, yo, tu hermana y Chichita de Erquiaga, todas.

miércoles, 29 de abril de 2009

¿A vos te parece, Teresa? no, eso no es amor...


Esta tarde volvía a mi casa desde el trabajo absorta en mi bolsa de tutucas, después de una semana de mierda, de esas antológicas. Mis esperanzas estaban puestas en conseguir un asiento del lado de la ventana, para abstraerme de toda la gente que más que atropellarme y molestarme, no me reportaban ninguna otra onda comunicacional. Sin embargo, escuché una frase que me levantó el ánimo y di gracias por tener el sentido del oído siempre afinado y el sentido del humor a flor de piel. Dos viejas literalmente de manual, escapadas de un libro de Maitena, venían intercambiando opiniones sobre el casamiento de Gerardo Sofovich. Una a favor -al parecer- y otra, empecinadamente en contra del anciano conductor devenido en muñeco de torta de casamiento.
(amiga anciana 1) -Qué bien lo de (Gerardo) Sofovich, viste Marthita?
(amiga anciana 2) -Qué va a estar bien, Teresa! si es como dice Rial! es una payasada!
(amiga anciana1, crédula) -¡Pero Marthita! se enamoró, eso está bien a cualquier edad!
(amiga anciana 2, escéptica) -Pero Teresaaaaaaaaaaa, a vos te parece? eso no es amorrrrr!. Qué a mi no me digan, una mujer joven casada con un anciano, por el amor de Diosssssssssss. (enojada)-
(amiga anciana 1, insistidora) No sé, Marthita, no sé. Se casó después de tanto tiempo...
(amiga anciana 2, experimentada) No, No, No, Teresa, no. Hace años que están en pareja y no viven juntos, y ahora van a seguir viviendo cada uno por su cuenta. Eso no es amor, que me disculpen.
(amiga anciana 1, meneando un peinado batido) mmmm, bue, Marthita, no sé. Si Rial lo dice...
(amiga anciana 2, conforme, la convenció) Si, si, Teresa. Es como dice Rial.
Justo, me tocaba bajarme. Las tutucas raleaban en la bolsa y yo estuve a punto de darles un beso a las dos viejas cholulas, que me hicieron reír por primera vez en toda la semana.
y entonces me pregunté por qué si hay en el mundo dos señoras cuya preocupación consiste en develar la piedra filosofal del casamiento de Sofovich, que por otra parte no es Barck Obama, sino un anciano un tanto decrépito que ni se le entiende lo que habla, y tienen tiempo para ocuparse de averiguar si la mujer está o no enamorada, o en verdad se casó para que el canoso conductor semi avinagrado la mantenga hasta el día en que palme asediado por los medicamentos para estimular la erección, fantástico. Si esas dos vecinas cluecas tienen como gurú de sus vidas a Jorge Rial, entonces, el mundo me debe una! El mundo es un lugar divertido! y el mundo tiene reservado un sitio para mi!
La vida me sonrió de repente. Me imaginé ganando plata cultivando blueberries o tulipanes azules en Tupungato. Me imaginé cenando helado de chocolate alpino y cerezas negras todos los días sin engordar. Me imaginé que llegaba a fin de mes comiendo ensalada de palmitos todos los días. Me imaginé que aprendía a manejar y me sacaba el carnet de conducir en la misma semana. Me sentí capaz de llegar a trabajar el domingo a la mañana de buen humor y supuse que conseguiría todas las notas sin angustiarme. Tuve la certeza de que podría hablar con la gente acerca de mis sentimientos sin enfurecerme ni atragantarme. Creí que nada en la vida me podía molestar tanto si estas dos señoras fueron capaces de levantarme el ánimo con su ingenua conversación barrial.
Porque, Marthita, es como vos crees. Si lo dice Rial, es palabra santa.

viernes, 13 de marzo de 2009

El camino a la liberación tiene forma de lavarropas


No me sentía tan representada por la opinión de la Iglesia católica desde que me sentaba en el banco parroquial a escuchar misa todos los domingos, arengada por mi madre y sus creencias.
La verdad, no pensaba seguir lavando la ropa en el río, utilizando dos piedras para blanquearla hasta que Benedicto XVI me abrió los ojos, y mi vida nunca más volvió a ser la misma. Ahora, pueden intentar explotarme y alienarme todo lo que quieran, pueden intentar boicotear mi proyecto de vida, pueden intentar someter mis ideas, pero no lo lograrán!
Me he dado cuenta que soy libre! Libre y revolucionaria porque tengo un lavarropas automático. La felicidad estaba ahí, en el patio, a un paso del umbral de mi departamento… Ahí cerca, en donde convergen plantas y perra, allí en un rincón arrumbado, solitario y olvidado, y en cambio de tenerlo en el living, ocupando el lugar que se merece el responsable de la liberación femenina, lo había relegado al lugar de los trastos viejos, cómo pude haberme equivocado así?
Porque según Ratzinger, mi lavarropas no es sólo mi lavarropas. Es lo que San Martín a Latinoamérica y Nelson Mandela a Sudáfrica. Es el autor de la revolución, la bandera de largada de una nueva vida, es la piedra filosofal, el alfa y el omega de la revolución femenina.
Gracias al lavarropas, yo soy lo que soy, pero también lo que quiero ser.
Gracias al lavarropas jamás me olvidaré de las miles de mujeres que murieron en la lucha por los derechos de género
Gracias al lavarropas jamás volveré a sentir la esclavitud de tener que fregar los calzoncillos de otro,
Gracias al lavarropas podré tomar cinco minutos de siesta cada fin de semana, lo que en un año se traduciría en un día más de vacaciones,
Gracias al lavarropas cambié diván por tambor horizontal y en lugar de lavar mis culpas, ahora las centrifugo.
Es verdad que estoy alejada de las religiones y librada de toda creencia confesional… sin embargo, lo del lavarropas me superó. Pensé en meterme a un convento de clausura, siempre y cuando me dejaran ser la encargada de la lavandería,
Pensé en convertir mi casa en laundry friendly, pero no sé si sonaría demasiado atrevido.
De todas maneras, padre Ratzinger, usted ha marcado un antes y un después en el largo camino de mis dudas existenciales. Al menos, ahora sé que el sentido de la felicidad consiste en saber girar en el sentido de las agujas del reloj las perillas para comenzar el lavado, de lo contrario la perilla de los programas se rompe y prácticamente el aparato mágico no sirve más. Esta es una de una posible y extensa lista de indicaciones que una buena mujer, liberada, tiene que saber respecto de su lavarropas, que quizás también les cuente en otra oportunidad.
Ahora me voy, compré un champagne para brindar con la máquina de lavar la ropa, para decirle que estamos con él. Que, aunque sea un elemento que no ha sido puesto en valor como debería por el resto de la sociedad, el lavarropas nos reúne a todas las feministas que dejamos la orilla del río Mendoza para venir a lavar en vivo y en directo desde nuestros informatizados hogares.
Lo último que voy a decir es que, menos mal que al que se le ocurrió el chiste del lavarropas, porque si el monumento a la liberación femenina hubiera sido un yate, no lo podríamos arrastrar tan fácilmente al patio de la casa de uno, y menos a la lavandería.
Los yates y las comarcas al sur de Francia son difíciles de envolver, un lavarropas con tiempo y paciencia, terminó adaptándose al domicilio.
Gracias Ratzinger. Dejaré de hacer terapia desde esta iluminación a base de jabón en polvo sin espuma.
Chicas, ya saben. Dedíquense a pintarse las uñas de los pies, que su verdadero amor, el lavarropas, descansa en la piecita del fondo para cuidarlas.

miércoles, 28 de enero de 2009

El cibergalán

A vos te digo, amigo que ya pasaste los treinta y pico, y vas camino a los cuarenta y algo… a vos, que tenés una mujer medianamente joven, que se hace cargo de ponerles las vacunas a los chicos, riega el jardín y te compra el queso azul para untar religiosamente en el supermercado, y que además cumple un horario de trabajo y no se ha convertido nunca en una señora obesa que mira telenovelas a las tres de la tarde… a vos que descubriste las mieles de la play station de grande, y jugás, y jugás, y jugás hasta quedar pálido y descompuesto todo el fin de semana, a vos, al que no le falta nunca una remera de Homero Simpson tomando cerveza recién planchada… a vos querido, a vos al que todos conocemos ya, de cerca, y vemos venir a diez cuadras con sus intenciones – siempre repetidas – a cuestas…. Te lo pido como un favor, como un acto de justicia divina, como un golpe de pudor ajeno… Dejá de una vez por todas de intentar levantarte chicas de veinte por internet… Todos los que te rodeamos nos hemos encontrado alguna vez con tus ventanitas indiscretas abiertas y no te bancamos más…
Hacelo de onda. De onda hacia nosotros. Antes de volver a la perorata remanida del cibergalán… pensalo dos veces, cerrá la ventanita y andá a buscar a los nenes al jardín de infantes. Y la vida, mágicamente, se va a equilibrar.

martes, 6 de enero de 2009

Campaña a favor de no obstruir las góndolas del super por elegir el color de la tintura


Quiero iniciar una campaña para que todas las mujeres que van a elegir la tintura del pelo a las góndolas del super sean consideradas con los demás clientas, la mayoría estamos apuradas, buscamos apenas un jabón de tocador pedorro en la sección perfumería o un inocente dentífrico, y no podemos estar tolerando que duden si se van a teñir con el 4.66 de key color, o con el rubio ceniza iridiscente de Garnier Nutrisse y por esa indecisión nos atormenten y obstruyan la libre circulación al resto de las mortales. Algunas sólo contamos con cinco minutos para ir a buscar un paquete de salchichas y un shampoo y ellas atraviesan el carro en el pasillo, impunemente, obligándonos a permanecer observando el cromático ritual.
Quiero proponerles que vayan a Walt Mart, de 5 a 6 de la mañana para hacer eso, o bien, se pongan de acuerdo y "tomen" determinada zona del supermercado, la delimiten con cintas de "prohibido pasar" y se prueben la tintura incluso. No aguanto más a una de estas señoras que no se ha decidido por la tonalidad con la que va a tapar los primeros dos dígitos de su DNI. Con todo cariño, chicas, vayan a la perfumería Carlitos.