miércoles, 7 de octubre de 2009

El pez por la boca muerde (o cómo salir airosa de la discusión)


Cuántas veces te ha pasado, amiga, cuántas… Justo en esa pelea, en ese momento clave en el que tendrías que haber tenido el remate a flor de labios, tuviste que retirarte con el sabor amargo de no estar diciendo lo suficiente, en el instante indicado. Te ganaron por abandono, y desapareciste mordiendo el polvo de la derrota verbal… Pero lo peor no es eso.
La más patética de las sensaciones viene después, cuando una vez en la paz de tu hogar, se te empiezan a ocurrir todas las contestaciones que no pudiste ni siquiera imaginar en el campo de batalla…
A cuál de nosotras, después de un entrevero antológico, de esos de perro y gato con un jefe, marido, amante, cajero del supermercado, empleado de banco, cobrador de impuestos, abogado defensor de ex marido, o ex marido en si, no le hubiera gustado decir la maravillosa frase de Bridget Jones “Prefiero lavarle el culo a Saddam Hussein que estar a 50 metros de ti". Descartadas las apreciaciones sobre la calidad de muerto de Saddam, -bien podríamos decir, “prefiero lavarle el culo a George Bush” para hacer aún más aborrecible la comparación- no hay placer más maravilloso que se te ocurra la contestación exacta en el instante elegido para dejar atónito, sin aliento, callado, boquiabierto y totalmente off side, al renacuajo que te hostigó, al vil gusarapo que te amenazó, al sucio ruin que te torturó la cabeza, haciéndolo sentir un triste perdedor del lenguaje.
Porque mientras él te mira dando lengüetazos de ahogado, vos te vas, exultante, girando sobre tus talones y despareciendo para siempre de su radio de acción envenenado.
Sin embargo, no siempre podemos retirarnos con el dulce sabor de la palabra cumplida. A veces tenemos que dar el brazo a torcer, y reconocer que nos quedamos cortas, que no dijimos ni lo justo, y menos lo necesario. Que nos mandaron al descenso de la primera línea de la discusión verbal, y que, si bien el pez por la boca muere, el pescado seguramente muere por su mudez.
Por eso, loas a Briget, nuestra guía espiritual. Odas a quien delató al jefe acosador delante de toda la oficina, salud por ella!.
Invoquémosla antes de cada embate para que su rapidez de reflejos y su acidez de lengua nos ilumine y lo dejemos knockout en la discusión, que es en el lugar en el que verdaderamente se bate al enemigo.