sábado, 16 de abril de 2011

La especialista en problemas


Por si algunos no me conocen del todo, esta soy yo.
Mis señas particulares son: ojos que no ven, pero cuentan con una capacidad innata para ver cosas graciosas casi en todo lugar y en toda situación. Una lengua bastante afilada, aunque a veces debería coserla al paladar tanto para no comer como para mantenerla domesticada.
De la garganta para abajo, más o menos soy normal. En las caderas sonamos un poco. Los pies los tengo entrenados para escapar de situaciones peligrosas. No siempre responden a la perfección, pero lo intentan.
Sin embargo, hay algo que no he podido lograr desactivar en mi cabeza a los 36, y es esa capacidad innata para encontrar, adquirir, reservar y archivar problemas. Como los míos no suelen alcanzarme, y eso que hace algunos años los vengo afrontando solita, lo cual no sólo no es tarea fácil, sino que en ocasiones se vuelve una tarea tan dificultosa como escalar el Aconcagua en chinelas, asumo generalmente los de los otros. Es decir, cuando la situación, la persona, la actividad y tarea, se pone densa y complicada, ahí estoy yo, cual antológica antiheroína de manual, con una valijita portadora de antisoluciones, por supuesto. Ah, porque esa es otra de mis inigualables características: la afición a las causas perdidas. Si se viene complicando sin destino, no puede faltar mi presencia.
Ahí, quemando las naves, con menos respuestas que signos de pregunta. Ahí, firme como un soldado cuando la guerra terminó, sin claudicar. Pero sin saber tampoco qué esperar.
No tengo equipos de rescate, ni linterna en el celular tengo. Siempre en piyama, en el medio de la tormenta. Sin paraguas, ni botas de goma. Ahí, embarrada hasta las orejas.
Lo peor es que lo veo venir. Veo venir el conflicto, que ya me está encendiendo las luces en la cara, el camión de frente, a dos escasos metros y sigo ahí, estoica, y sin GPS. Nada de “recalculando”, de eso ni hablar.
Las advertencias no me funcionan.
Lo único que puedo llegar a recalcular son los minutos que faltan para meterme en otro enredo de esos que, aún con una paciencia de santos, tardaré años en desentrañar.

1 comentario:

Breviario de Podredumbre: dijo...

Me gustó mucho tu descripción. La verdad que a mi me resultaría imposible hablar de uno mismo.
Es una lástima que no tengas la opción para seguir tu blog.
TE espero por el mio.

Ah... a mi también me siguen de cerca los 36.
Beso