miércoles, 6 de octubre de 2010

Reflexión de vida acerca de la semana del huevo


Para los que no lo sabían, estamos transitando la imponderable semana del huevo. Sinceramente no tengo datos certeros sobre quién inventó, impuso o instaló esta genialidad, pero la verdad es que ya se encuentra formando parte de nuestro calendario primaveral. Entonces, y teniendo en cuenta que la realidad nos superó y que octubre se convirtió en el mes con más huevos de todo el largo año, me valdré de esta oportunidad para enviarle mis salutaciones cordiales a los que, a lo largo de mi vida, me rompieron soberanamente los huevos, pero con mayor intensidad, quiero recordar a los que me resultaron tan insoportables como un profundo, agudo e inaguantable dolor de huevos (o de ovarios para ser más exacta).
A todos ustedes, los que en algún momento afectaron como una fiebre tropical a mi existencia, impidiéndome respirar con regularidad, quiero expresarles que, aunque me ha costado tanto como escalar el Aconcagua en un monociclo, he adquirido una sabiduría muy especial, un pensamiento filosófico cuasi oriental que podría resumir en una frase: hoy, queridos parásitos existenciales infecciosos, si volviéramos a empezar y nuestros caminos se cruzaran fortuitamente como ocurrió alguna vez, hoy seguramente me chuparían un huevo.
Los recuerdo gratamente y les mando mis bendiciones.

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