viernes, 29 de abril de 2011

Feliz día a mi vieja Amparo


Hoy es tu día, vieja. La verdad, te debo varias y otras tantas vos me debés a mi.
Me debés, no sé si te acordás –no es reproche, son solo recuerdos compartidos- una mesa que te masticaste, un jarrón que de devoraste, un chal verde que me encantaba y te lo engulliste, mis velas perfumadas, que deglutiste un día de avaricia emocional, las idas al veterinario de noche porque a la señorita perra se le ocurría desgañitarse en cualquier horario, el chalequito de la operación –me diste más trabajo que una suegra- las inmensas montañas de pelo que tengo que sacar de mi casa dos veces por año y unos 5000 kilos de alimento para perras complicadas, que no comen otra cosa porque sino se enferman, la media sombra del pasillo que se hizo añicos el día que te creíste super héroe voladora, la vergüenza de haber querido asesinar a la caniche toy de al lado de mi casa, (te confieso que también me caía muy mal, pero no era para perforarle un pulmón tampoco). Todo eso me debés.
Y yo te debo. Te debo la compañía que me hiciste cuando tuve que rendir Epistemología en la facultad. Te acordás, vieja? No entendía nada. Lloraba a cada rato de terror de ir a hacer un papelón en esa mesa. Ya no sabía como sentarme para estudiar en la madrugada, con un frío que partía los huesos. Y vos te sentaste a los pies del escritorio, a velar semejante pesadilla, me mordiste las suelas de las zapatillas en señal de compañerismo animal. Me acuerdo cuando rendí, me fuiste a buscar en el dogde 1500 a la facultad, toda circunspecta, como sabiendo que habíamos triunfado.
Te debo haberme cuidado de noche, cada vez que me he sentido sola.
Te debo tu cara de feliz cumpleaños cuando llego a la casa, aunque no te de mucha bolilla, porque la verdad, sos muy hincha pelota, Amparo.
Te debo tu fidelidad,
Tu insistencia perruna en quedarte conmigo, cuando hemos roto relaciones varias veces,
Te debo, principalmente, ser mi pariente más cercana.
Te debo el respeto que los amigos veteranos se merecen.
Te prometo bancar tu respetable vejez, que me da una especie de melancólica ternura.
Vendrán otras mascotas a mi vida, quizás, pero vos me bancaste muchas crisis, y yo en eso, querida Amparo, soy más fiel que un perro. Feliz día, un banquete de dog chow adulto, del bueno, para mi más querida compañera.

sábado, 16 de abril de 2011

La especialista en problemas


Por si algunos no me conocen del todo, esta soy yo.
Mis señas particulares son: ojos que no ven, pero cuentan con una capacidad innata para ver cosas graciosas casi en todo lugar y en toda situación. Una lengua bastante afilada, aunque a veces debería coserla al paladar tanto para no comer como para mantenerla domesticada.
De la garganta para abajo, más o menos soy normal. En las caderas sonamos un poco. Los pies los tengo entrenados para escapar de situaciones peligrosas. No siempre responden a la perfección, pero lo intentan.
Sin embargo, hay algo que no he podido lograr desactivar en mi cabeza a los 36, y es esa capacidad innata para encontrar, adquirir, reservar y archivar problemas. Como los míos no suelen alcanzarme, y eso que hace algunos años los vengo afrontando solita, lo cual no sólo no es tarea fácil, sino que en ocasiones se vuelve una tarea tan dificultosa como escalar el Aconcagua en chinelas, asumo generalmente los de los otros. Es decir, cuando la situación, la persona, la actividad y tarea, se pone densa y complicada, ahí estoy yo, cual antológica antiheroína de manual, con una valijita portadora de antisoluciones, por supuesto. Ah, porque esa es otra de mis inigualables características: la afición a las causas perdidas. Si se viene complicando sin destino, no puede faltar mi presencia.
Ahí, quemando las naves, con menos respuestas que signos de pregunta. Ahí, firme como un soldado cuando la guerra terminó, sin claudicar. Pero sin saber tampoco qué esperar.
No tengo equipos de rescate, ni linterna en el celular tengo. Siempre en piyama, en el medio de la tormenta. Sin paraguas, ni botas de goma. Ahí, embarrada hasta las orejas.
Lo peor es que lo veo venir. Veo venir el conflicto, que ya me está encendiendo las luces en la cara, el camión de frente, a dos escasos metros y sigo ahí, estoica, y sin GPS. Nada de “recalculando”, de eso ni hablar.
Las advertencias no me funcionan.
Lo único que puedo llegar a recalcular son los minutos que faltan para meterme en otro enredo de esos que, aún con una paciencia de santos, tardaré años en desentrañar.

domingo, 10 de abril de 2011

Ultimátum


Te dejo porque elijo dejarte. Durante años me aferré a vos como a una tabla de salvación de la vida. Fuiste mi verdadero amor. Pero ahora, ya no te creo nada.
Nuestra relación, intensa, adictiva, compleja, corroída, apasionada, terminó. Se resquebrajó con cada engaño.
Me fuiste infiel, impúdicamente infiel.
Te fuiste con mis enemigos en público.
Me dejaste el corazón desarmado.
Me creí tus promesas de cambiar el mundo.
Me creí fuerte con vos al lado.
Supuse que ambos éramos parte de un ejército de justicieros.
Pero hiciste con mis ideales un paquete para tirarlos al río.
Ahora yo te abandono.
Ahora me voy a vengar de vos.
Olvidate de mi. No te creo nada. Voy a venderte, como vos me vendiste a mi.
Voy a ser cualquier cosa, escritora, poeta, aprendiz de clown, cocinera, martillera pública, hereje, mantis religiosa, prostituta, enfermera, médica de guardia, alquimista, relojera, aprendiz de mecánico, costurera, pianista, peluquera, arquitecta, psicoanalista, sexóloga, mártir, maestra jardinera, traductora de japonés, basurera municipal, tenista, portera, feminista. Pero nunca más voy a dejar que vos me mientas.
Nunca más voy a vivir de vos.
Me voy a jugar tu credibilidad al mejor postor, como vos hiciste con mis sueños.
Te detesto. No te voy a abrir nunca más la puerta.
Todas las oportunidades que te di para que te redimieras ya las perdiste. Ahora yo elijo vender en un remate lo que me queda de vos.
Todos esos cuadernos, sembrados de teléfonos que no voy a pasar nunca a ninguna agenda.
Las biromes.
Las cintas de mis grabadores viejos.
Todo.
No quiero tus huellas enfermas entre mis cosas. Tus promesas incumplidas. Te quiero lejos, muy lejos de mi, hasta que te dignes a dejar tu existencia promiscua, eso de acostarte con todo el mundo por dinero. Todo eso.
Hasta que no suceda, nuestra relación ya no va más.

domingo, 3 de abril de 2011

La Mancha


Te vas a quedar con tu lugar. Por eso dejaste hasta la última gota de tu transpirada obcecación. Te lo ganaste, te lo vas a quedar. Quieto ahí. Mientras todo se derrumba a tu alrededor.
Allí, mientras la inundación se va llevando tu sueño. con el agua hasta el cuello. Te vas a quedar, aferrándote con uñas y dientes al espejismo que tejiste. A la entelequia que forjaste.
Brindemos.
Sin embargo, no intentes quitarte la mancha de sangre. esa que se extiende por tu ropa, que ya hasta cubre tus papeles, los pisos, los cuadros, las ventanas, lo que te rodea. la mancha de sangre, como la marca en el orillo, no se te quitará jamás.
La sangre que derraman los sueños muertos, es más indeleble que el mejor de los tatuajes.
Ni las tintorerías
Ni los secretos milenarios de los chinos
Ni el desafío de la blancura del más blanco jabón de baja espuma
Ni una operación
Ni el producto de limpieza de última generación
Ni un pai umbanda
Ni todos los conjuros de los druidas
Nada te quitará la mancha.
Te la llevarás con vos, hasta que desaparezcas de esta tierra.
Es nuestro regalo. El que fabricamos para vos, debajo de la lluvia, con cincuenta grados de calor al rayo del sol. con el corazón contraído de desilusión. volviendo a casa desbordados de tristeza. con cada compañero al que abrazamos antes de partir. Con cada una de las cínicas palabras que salieron de tu boca.
Ese es el ADN de lo que perdimos
Es nuestra ofrenda y será, para siempre, la más incondicional de tus pesadillas.