El periodista cafetinero, o el mundo armado desde la mesita de un café. Así debería titularse este post dedicado a los pseudo profesionales más chantas que haya conocido en mi vida. También se hacen llamar “los instaladores de agenda” y otros adjetivos inventados por sus locas cabecitas corridas del eje de la realidad.
Se trata de seres, en su mayoría hombres, en su mayoría, periodistas, columnistas, redactores, cronistas, relatores, locutores, y otros ejemplares mediáticos, que pululan los cafetines céntricos, -sobre todo los que rodean los edificios públicos – en búsqueda rastrera de información proporcionada casi indefectiblemente por otra plaga, marabunta, germen, liquen, engendro social conocido como operador político.
El cafetinero y el operador político se necesitan los unos a los otros. Se necesitan como el aceite al vinagre. Como el botón al ojal. Como el invierno al chocolate. Sin los unos, los otros no existirían y viceversa.
Pero vayamos al primero. Al cafetinero. Quiero aclarar que para mi, el café es mi segundo hogar, creo que el 45% de mi sueldo se me va a en sobrevivir en cafetines, de lo cual me enorgullezco. Ahí pienso, leo, agendo cosas, armo notas y sueño con emprendimientos que algún día (o nunca) haré. Difícil mente me cruzo con un insecto ponzoñoso de estos cuasi punteros que “venden” información.
El cafetinero piensa que él es el que construye los acontecimientos. Por eso los espera, sentado en su mesita, a que lo vengan a buscar. No pisa la calle más que para llegar al café. No escucha a la gente, no entiende sus problemas, la pobreza la ve reflejada en los diarios y en algunos numeritos que el rey de la opereta política le proporciona. La última vez que concurrió a un piquete, fue cuando estaba haciendo las pasantías en un diario. Ni siquiera tiene una carpetita con ganchos que contiene hojas con una guía alfabética a la que algunos mortales denominamos agenda. ¿Para qué? Si él no llama, no chequea, no consulta! ¡ÉL ES LA NOTICIA!
Como constructor, sería un fracaso, porque sus edificios estarían siempre mal calculados, ya que no visitaría las obras, las calcularía de lejos, desde el café, mientras otro le cuenta qué tal es el terreno. Pero lamentablemente para los lectores y para los otros periodistas, estos muchachos no matan a nadie escribiendo y así es como los diarios, las radios y los canales de TV se ven afectados por sus inventos.
Confían tanto en que el almacenero de noticias le traerá “el pedido” hasta la mesita de café, que muchas, innumerables, cantidades de veces, se come las operaciones más básicas del mundo, que hasta al cafetero le suenan a cuento. Pero él, subido al mástil de su ego, no reconocerá como errores. El hecho ha comenzado a existir tal y como él lo ha planteado, y la sociedad perderá el norte si lo niega. Para él no existe la fe de erratas ni el derecho a réplica. Nunca la pifia, jamás. Morirá en la suya, abrazado al hecho que inventó, diciendo que los demás lo envidian, por eso lo desmienten.
En cuanto al segundo, al encantador de serpientes mediáticas, al flautista de Hammelin de las noticias, al operador político, chicas compañeras de profesión, no se hagan problema. Este personaje no está interesado en operar mujeres. Sólo le dedica el bisturí de los super acontecimientos a los vagos que no se mueven de la mesita, comandados por sus jefes funcionarios, legisladores, asesores, que los envían por los cafetines con su sus cargamentos de novedades puesto que se mueren por aparecer mencionados y fotografiados en sus páginas.
Nosotras tendremos que seguir recorriendo escuelas, hospitales, pasillos legislativos, piquetes, verdulerías, actos, marchas, desfiles, supermercados. Pocas son las que se sientan en la mesita del café de las noticias. Y la verdad, eso es lo que me gusta del periodismo. La calle, la gente, la realidad. Lo que te dicen que les pasa a los demás, es lo que verdaderamente existe. El periodista prestidigitador, que inventa conejitos mediáticos de la galera, no cuenta. La credibilidad también se construye y cae como un castillo de naipes si se abusa del cálculo a través del ojo de los otros.
3 comentarios:
Exelente tu comentario.
Slds
Tal cual, Pao. Pero lamento comunicarte que se viene una raza peor: el periodista 2.0. Ese que cree que como está conectado al mundo, ni siquiera se acerca al café.
Conozco periodistas deportivos que aún no pisan una cancha...
Nosotros los llamamos instaladores. Porque se instalan en la mesa del café y de ahí no se mueven. Besos, Pao.
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