miércoles, 1 de mayo de 2013

Pequeñas delicias de ser una "embarazada"


Vamos a obviar la introducción, estar embarazada a los 38 por primera vez es todo lo que tengo para explicar y la mayoría de los que me conocen ya lo saben. Por más que yo soy de esas personas que creen que se la saben todas de antemano, en esta ocasión la vida me sorprende a cada paso. Nunca pero nunca me imaginé que iba a ser tan pelotuda. En serio, creer que a un chico le va a salir una mancha de la forma de lo que la madre quiere comer si no se le cumple un antojo, es un tratado de filosofía griega al lado de las locuras que se me ocurren a mi que me van a suceder.
En primer lugar, creo que soy única, que a nadie en el mundo le ocurrió eso de sentirse feliz y desgraciada al mismo tiempo, un globo aerostático y un hada embarazada de una libélula en el mismo instante, o sea, el embarazo lo inventé yo.
Pero además, y esto es casi 70% gracias a mi madre y a su educación católica, de la que poco a poco me he ido despegando pero que aún mi inconsciente no logra sortear por completo, siento culpa por casi todo lo que hago: desde comer hasta respirar, en general. Sinceramente, el mejor remedio para las que en la vida se creen superadas es un embarazo. ES como subirte en una montaña rusa sin cinturón de seguridad acompañada por Mike wawsoski
En verdad no sabés como te vas a bajar de allí. No hay fórmulas que funcionen. Yo pienso a diario cosas que nunca soñé que me ocuparían mi capacidad mental.
Un embarazo es un gran acto de indignidad femenina, te crece demasiado todo lo que antes no te crecía, te duelen partes del cuerpo que no sabías ni que existían, en fin. Cuestiones que nunca te preocuparían, ahora te mantienen en estado de alerta y movilización -poca, porque la vagancia es mas fuerte que cualquier decisión-
También, y nobleza obliga, es un acto químico, físico, y emocional que yo no me quería perder. y aquí estoy, aguardando a patitas de Esmeralda.
Si todavía me queda alguna decisión personal en todo esto, voy a decir algunas cosas que creo que no haré. Digo creo porque no me vienen funcionando las fórmulas hasta el momento.
- No usaré bolsos ridículos adornados con casas, perros, calesitas o payasos. Horror. El bolso de los bebés lo usa la madre. y ya es suficiente con el estado de anti-sex appeal en el que una se sumerge como para andar con un circo colgando del hombro.
-No iré nunca al obstetra acompañada de un grupo familiar superior al padre de la niña y yo, absolutos y sumos responsables de la venida al mundo de Esmeralda. He asistido a verdaderas tertulias en la sala de espera. Mujeres que ya están en estado de parimiento hinchadas, imposibilitadas de respirar con normalidad, que sienten que la sala de espera del obstetra es casi el living comedor de sus casas un día feriado: les falta traer a las mascotas y estamos todos.
-No hablaré con mis amigas solteras y sin hijos de la caca del bebé, de la babita del bebé y del bebé y de la dermatitis del pañal. Se los prometo chicas. Respeto su decisión de no traer chiquillos al mundo y no torturaré a nadie con esta cháchara sólo inherente a mujeres en estado de ebriedad maternal.
-No aceptaré sugerencias bienintencionadas acerca de la crianza de la niña por venir. Al menos sin que yo las solicite. A ella y a mi nos importará un carajo todo lo que ustedes piensen de nosotras. Gracias por participar!
-No le agujerearé las orejas a Esmeralda hasta que ella decida ponerse un piercing en la panza si quiere. Tendrán que adivinar que es nena si se la bancan.
-En lo posible evitaré darle alguna religión. Ya saben lo que pienso de eso. Si ella quiere elegir torturarse con la culpa que te regalan las creencias apenas te echan agüita en la cabeza, habrá que respetar sus decisiones. Pero no pienso participar en eso!!!
Todos estas promesas quedan sujetas a cambios estacionales, generacionales, culpógenos y etc.
Ahora los dejo. Voy a seguir sintiéndome culpable por algo que estoy dejando de hacer o haciendo mal, aunque no me acuerdo bien por qué, por el momento.