Jodeme con lo que quieras. Mentirme con cuestiones convencionales no es el problema.
Quien no le dijo a otro “te amo” y después se arrepintió?. Infinidad de veces ha sucedido en la historia de la humanidad, y no ha habido tantas víctimas al respecto.
Confuso, erróneo, muy perdido, puede estar cualquiera.
Yo misma he equivocado el norte tantas veces que no podría reprochárselo a nadie en este planeta.
Extraviarse en un mar de sujetos y predicados es común entre gente que se comunica demasiado.
Pero
Hay algo, algo sagrado, algo con lo que no sé si podré lidiar.
No me mientas con la caja de herramientas.
No me hieras el alma de esa forma.
No me digas esa frase que siempre desee escuchar, desde que hago uso de algún centímetro de razón.
“Yo voy a tu casita, llevo mi caja de herramientas y te arreglo todo lo que esté mal”.
No puedo superar esa mentira.
Me hubiera enamorado de cualquier sujeto que pronunciara esa frase.
De un oompa loompa.
Del hijo de Frankestein y Flavia Miller.
De la cruza entre un gremlin y el enanito de Amelie.
Del hombre elefante.
Cualquier ser viviente que me dijera “dejá yo te lo soluciono”, me hubiera ilusionado como Benicio Del Toro en el papel de El Che.
Matame cualquier ilusión, hasta la más incandescente de todas.
Pero con la caja de herramientas no te metas.
La caja de herramientas no se mancha.
Voy a tener que ir dos años más a terapia para borrar con el codo esa afirmación trunca.
O en su defecto, hacer un curso de plomería y convertirme en electricista para no volver a soñar con un príncipe consorte con habilidades manuales.
Por el momento, me dedicaré a esperar al técnico, y a pensar algunos artilugios para que me haga un descuento en la paga