Hace algunas semanas vengo soportando estoicamente cómo gran parte de la sociedad, léase viejas con destino incierto, viejos avinagrados por el pasado, señoronas orondas cuya única obligación extracurricular es hacer la cola en Pago Fácil, señores pacatos que practican zapping a escondidas de su esposa para ver de a ratos “Bailando por un Sueño”, mujeres jóvenes con menos onda que un estudio ginecológico, varones de corta edad, pero de prejuicios viejos como la inquisición, y hasta pequeñuelos en la flor de la edad del pavo, opinando, criticando, condenando e inmiscuyéndose lisa y llanamente en la vida privada de los demás. Me refiero, puntualmente, a la facilidad con la que estas personas repudian la posibilidad de matrimonio entre personas del mismo sexo, que se está por sancionar en el Senado de la Nación. Más allá de las posturas filosóficas, antropológicas, religiosas y gastronómicas que cada integrante de la sociedad tenga al respecto, no entiendo cuál es el motivo por el que tanta gente se dedica a opinar sobre lo que los demás hacen o dejan de hacer con su vida privada. Pero no sólo eso. Hay quienes, no conformes con joder al prójimo hablando pelotudeces a mansalva en la televisión y asistiendo a cuánta encuesta callejera intenta abordar el tema, también juntan firmas, hacen campañas públicas, y hasta se arman jurídicamente con el solo objetivo de molestar e irrumpir en la convivencia de otros seres humanos.
Señores y señoras heterosexuales, por convicción o por defecto, ¿Alguna vez tuvieron que padecer que un grupo de homosexuales opinara sobre su vida personal? ¿vieron en alguna oportunidad a un conjunto de gays juntando firmas para que ustedes no pudieran casarse? Los justificativos podrían haber sido, por ejemplo, que el matrimonio entre personas de distinto sexo viene francamente en picada, y que hay tanta violencia familiar, agresiones hacia los hijos y maltrato psicológico entre marido y mujer, que lo mejor es abolir esa unión.
Creo que aquellas personas que se sientan incluidas en ese sector del mundo que no puede resistir la tentación de prejuzgar y de inmiscuirse en la privacidad ajena, enfrenta, principalmente, un inconveniente en su vida: Está muy al pedo. Esa es la conclusión a la que he llegado después de mucho reflexionar, y por cierto, no concibo que de otra manera tenga tiempo de encarar semejante empresa sin gracia.
Por eso, y porque quizás necesiten ayuda, me he atrevido a confeccionar una lista de actividades que pueden realizar en lugar de estar metiendo sus aburridas narices en la vida de los demás. Las sugerencias son generales, debido a la imposibilidad de encasillar en una edad determinada la calidad discriminadora del ciudadano o ciudadana en cuestión.
Lista de actividades sugeridas para realizar en esos momentos en los que le dan ganas de meter la cuchara en la existencia de otro u otra
1)- Realice un City tour por la Ciudad. En Mendoza, tiene la opción de conocer bodegas, y hacer un paseo por alta montaña por sólo 40 pesos, ¡qué económica opción para no convertirse en un chismoso/a insportable!
2)- Encare un curso de huerta orgánica. Para usted, que debe aprender a meterse en lo suyo, nada mejor que atender su propia huerta. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) le proporciona cursos gratuitos para aprender a cultivar y autoabastecerse. He aquí un link para que evacuar sus dudas.
http://www.imperiorural.com.ar/imperio/INTA/pro_huerta/prohuerta_index.htm
3)- Hágase socio de una biblioteca. En Mendoza, una opción excelente es la General San Martín, pero en cada ciudad, departamento, partido o localidad existe un servicio comunitario de lectura. Esta actividad es ideal para personas a las que les vendría muy bien abrir la mente, o bien, mantener la boca cerrada. Para ambos objetivos, la lectura es fundamental. Para asociarse a la Biblioteca General San Martín, los requisitos son: ser mayor de 18 años y aportar fotocopia de las dos primeras páginas del DNI y un impuesto para certificar el domicilio (no vale la cuenta del teléfono ni el abono del cable).
4)- Aprenda a bajar películas de internet. La actividad es mas o menos ilegal, pero es preferible eso a que se entretenga estorbando en donde no lo llaman. Consulte en Taringa!, el blog de fanático, o pruebe con el programa Ares. Si no le sale en el primer intento, insista. Usted puede.
5)- Anótese como voluntario/a en Médico sin Fronteras. Se va a sentir tan útil que nunca más volverá a recordar cómo era estar totalmente al pedo como durante ese mes de mayo del 2010, en el que se dedicó a opinar sin aportarle nada al género humano.
http://www.medicossinfronteras.org.mx/web/index.php?id_pag=120
6)- Ayude a los pingüinos patagónicos. Si tiene suerte, quizás Greenpeace lo convoque para una marcha como esta http://www.greenpeace.org/argentina/fotos-y-videos/fotos/mas-de-40-activistas-caracteri-4
7)- Asista a un día de Spa. En Mendoza, una de las mejores opciones para relajarse y dejar de jorobar a los demás que no tienen la culpa de lo hincha pelota que usted es, consiste en tomarse un bondi y descender al pie de la montaña, en las termas de Cacheuta. El paseo puede costar hasta 250 pesos, pero si de su salud mental (y de la del resto de los mortales) se trata, vale la pena.
8)- Arme rompecabezas. Una opción lúdica para que construya algo mejor que un prejuicio pelotudo. Hasta hay clubes de armadores de rompecabezas. http://www.caminoajesus.com/clubr/index.htm
9)- Arme su árbol genealógico. En internet tiene opciones gratuitas. Esta actividad le facilitará ubicar en qué generación comenzó a asomarse la pelotudez en su familia, hasta llegar al paroxismo, encarnado en su propia imagen. Ubicar el cromosoma culpable de la boludez, quizás sea una forma de comenzar a combatirlo.
www.plusgenealogia.com
10)- Tenga una mascota como la mía, ovejero alemán de pelo largo. El tiempo que le insumirá limpiar el patio cada seis meses, cuando cambia el pelaje, no le dejará ganas de encarar ninguna otra empresa exasperante. Por lo tanto los gays estarán a salvo de sus prejuicios al menos durante 60 días al año.
Si ninguna de estas opciones le viene bien, pruebe con desarmar el control remoto y volver a armarlo, sacarle punta a todos los lápices que tenga en su casa, hacerse un baño de crema con aceite de oliva o aprender danza afroamericana. Cualquier asunto que no implique irrumpir en la existencia de un tercero como un completo asaltante de la vida privada. El mundo recuperará su equilibrio el día en que esto así suceda.