viernes, 28 de mayo de 2010

El mundo visto desde la mesita del café


El periodista cafetinero, o el mundo armado desde la mesita de un café. Así debería titularse este post dedicado a los pseudo profesionales más chantas que haya conocido en mi vida. También se hacen llamar “los instaladores de agenda” y otros adjetivos inventados por sus locas cabecitas corridas del eje de la realidad.
Se trata de seres, en su mayoría hombres, en su mayoría, periodistas, columnistas, redactores, cronistas, relatores, locutores, y otros ejemplares mediáticos, que pululan los cafetines céntricos, -sobre todo los que rodean los edificios públicos – en búsqueda rastrera de información proporcionada casi indefectiblemente por otra plaga, marabunta, germen, liquen, engendro social conocido como operador político.
El cafetinero y el operador político se necesitan los unos a los otros. Se necesitan como el aceite al vinagre. Como el botón al ojal. Como el invierno al chocolate. Sin los unos, los otros no existirían y viceversa.
Pero vayamos al primero. Al cafetinero. Quiero aclarar que para mi, el café es mi segundo hogar, creo que el 45% de mi sueldo se me va a en sobrevivir en cafetines, de lo cual me enorgullezco. Ahí pienso, leo, agendo cosas, armo notas y sueño con emprendimientos que algún día (o nunca) haré. Difícil mente me cruzo con un insecto ponzoñoso de estos cuasi punteros que “venden” información.
El cafetinero piensa que él es el que construye los acontecimientos. Por eso los espera, sentado en su mesita, a que lo vengan a buscar. No pisa la calle más que para llegar al café. No escucha a la gente, no entiende sus problemas, la pobreza la ve reflejada en los diarios y en algunos numeritos que el rey de la opereta política le proporciona. La última vez que concurrió a un piquete, fue cuando estaba haciendo las pasantías en un diario. Ni siquiera tiene una carpetita con ganchos que contiene hojas con una guía alfabética a la que algunos mortales denominamos agenda. ¿Para qué? Si él no llama, no chequea, no consulta! ¡ÉL ES LA NOTICIA!
Como constructor, sería un fracaso, porque sus edificios estarían siempre mal calculados, ya que no visitaría las obras, las calcularía de lejos, desde el café, mientras otro le cuenta qué tal es el terreno. Pero lamentablemente para los lectores y para los otros periodistas, estos muchachos no matan a nadie escribiendo y así es como los diarios, las radios y los canales de TV se ven afectados por sus inventos.
Confían tanto en que el almacenero de noticias le traerá “el pedido” hasta la mesita de café, que muchas, innumerables, cantidades de veces, se come las operaciones más básicas del mundo, que hasta al cafetero le suenan a cuento. Pero él, subido al mástil de su ego, no reconocerá como errores. El hecho ha comenzado a existir tal y como él lo ha planteado, y la sociedad perderá el norte si lo niega. Para él no existe la fe de erratas ni el derecho a réplica. Nunca la pifia, jamás. Morirá en la suya, abrazado al hecho que inventó, diciendo que los demás lo envidian, por eso lo desmienten.
En cuanto al segundo, al encantador de serpientes mediáticas, al flautista de Hammelin de las noticias, al operador político, chicas compañeras de profesión, no se hagan problema. Este personaje no está interesado en operar mujeres. Sólo le dedica el bisturí de los super acontecimientos a los vagos que no se mueven de la mesita, comandados por sus jefes funcionarios, legisladores, asesores, que los envían por los cafetines con su sus cargamentos de novedades puesto que se mueren por aparecer mencionados y fotografiados en sus páginas.
Nosotras tendremos que seguir recorriendo escuelas, hospitales, pasillos legislativos, piquetes, verdulerías, actos, marchas, desfiles, supermercados. Pocas son las que se sientan en la mesita del café de las noticias. Y la verdad, eso es lo que me gusta del periodismo. La calle, la gente, la realidad. Lo que te dicen que les pasa a los demás, es lo que verdaderamente existe. El periodista prestidigitador, que inventa conejitos mediáticos de la galera, no cuenta. La credibilidad también se construye y cae como un castillo de naipes si se abusa del cálculo a través del ojo de los otros.

lunes, 10 de mayo de 2010

Diez actividades que usted puede encarar en lugar de molestar a los gays


Hace algunas semanas vengo soportando estoicamente cómo gran parte de la sociedad, léase viejas con destino incierto, viejos avinagrados por el pasado, señoronas orondas cuya única obligación extracurricular es hacer la cola en Pago Fácil, señores pacatos que practican zapping a escondidas de su esposa para ver de a ratos “Bailando por un Sueño”, mujeres jóvenes con menos onda que un estudio ginecológico, varones de corta edad, pero de prejuicios viejos como la inquisición, y hasta pequeñuelos en la flor de la edad del pavo, opinando, criticando, condenando e inmiscuyéndose lisa y llanamente en la vida privada de los demás. Me refiero, puntualmente, a la facilidad con la que estas personas repudian la posibilidad de matrimonio entre personas del mismo sexo, que se está por sancionar en el Senado de la Nación. Más allá de las posturas filosóficas, antropológicas, religiosas y gastronómicas que cada integrante de la sociedad tenga al respecto, no entiendo cuál es el motivo por el que tanta gente se dedica a opinar sobre lo que los demás hacen o dejan de hacer con su vida privada. Pero no sólo eso. Hay quienes, no conformes con joder al prójimo hablando pelotudeces a mansalva en la televisión y asistiendo a cuánta encuesta callejera intenta abordar el tema, también juntan firmas, hacen campañas públicas, y hasta se arman jurídicamente con el solo objetivo de molestar e irrumpir en la convivencia de otros seres humanos.
Señores y señoras heterosexuales, por convicción o por defecto, ¿Alguna vez tuvieron que padecer que un grupo de homosexuales opinara sobre su vida personal? ¿vieron en alguna oportunidad a un conjunto de gays juntando firmas para que ustedes no pudieran casarse? Los justificativos podrían haber sido, por ejemplo, que el matrimonio entre personas de distinto sexo viene francamente en picada, y que hay tanta violencia familiar, agresiones hacia los hijos y maltrato psicológico entre marido y mujer, que lo mejor es abolir esa unión.
Creo que aquellas personas que se sientan incluidas en ese sector del mundo que no puede resistir la tentación de prejuzgar y de inmiscuirse en la privacidad ajena, enfrenta, principalmente, un inconveniente en su vida: Está muy al pedo. Esa es la conclusión a la que he llegado después de mucho reflexionar, y por cierto, no concibo que de otra manera tenga tiempo de encarar semejante empresa sin gracia.
Por eso, y porque quizás necesiten ayuda, me he atrevido a confeccionar una lista de actividades que pueden realizar en lugar de estar metiendo sus aburridas narices en la vida de los demás. Las sugerencias son generales, debido a la imposibilidad de encasillar en una edad determinada la calidad discriminadora del ciudadano o ciudadana en cuestión.

Lista de actividades sugeridas para realizar en esos momentos en los que le dan ganas de meter la cuchara en la existencia de otro u otra

1)- Realice un City tour por la Ciudad. En Mendoza, tiene la opción de conocer bodegas, y hacer un paseo por alta montaña por sólo 40 pesos, ¡qué económica opción para no convertirse en un chismoso/a insportable!

2)- Encare un curso de huerta orgánica. Para usted, que debe aprender a meterse en lo suyo, nada mejor que atender su propia huerta. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) le proporciona cursos gratuitos para aprender a cultivar y autoabastecerse. He aquí un link para que evacuar sus dudas.
http://www.imperiorural.com.ar/imperio/INTA/pro_huerta/prohuerta_index.htm

3)- Hágase socio de una biblioteca. En Mendoza, una opción excelente es la General San Martín, pero en cada ciudad, departamento, partido o localidad existe un servicio comunitario de lectura. Esta actividad es ideal para personas a las que les vendría muy bien abrir la mente, o bien, mantener la boca cerrada. Para ambos objetivos, la lectura es fundamental. Para asociarse a la Biblioteca General San Martín, los requisitos son: ser mayor de 18 años y aportar fotocopia de las dos primeras páginas del DNI y un impuesto para certificar el domicilio (no vale la cuenta del teléfono ni el abono del cable).

4)- Aprenda a bajar películas de internet. La actividad es mas o menos ilegal, pero es preferible eso a que se entretenga estorbando en donde no lo llaman. Consulte en Taringa!, el blog de fanático, o pruebe con el programa Ares. Si no le sale en el primer intento, insista. Usted puede.

5)- Anótese como voluntario/a en Médico sin Fronteras. Se va a sentir tan útil que nunca más volverá a recordar cómo era estar totalmente al pedo como durante ese mes de mayo del 2010, en el que se dedicó a opinar sin aportarle nada al género humano.
http://www.medicossinfronteras.org.mx/web/index.php?id_pag=120

6)- Ayude a los pingüinos patagónicos. Si tiene suerte, quizás Greenpeace lo convoque para una marcha como esta http://www.greenpeace.org/argentina/fotos-y-videos/fotos/mas-de-40-activistas-caracteri-4

7)- Asista a un día de Spa. En Mendoza, una de las mejores opciones para relajarse y dejar de jorobar a los demás que no tienen la culpa de lo hincha pelota que usted es, consiste en tomarse un bondi y descender al pie de la montaña, en las termas de Cacheuta. El paseo puede costar hasta 250 pesos, pero si de su salud mental (y de la del resto de los mortales) se trata, vale la pena.

8)- Arme rompecabezas. Una opción lúdica para que construya algo mejor que un prejuicio pelotudo. Hasta hay clubes de armadores de rompecabezas. http://www.caminoajesus.com/clubr/index.htm

9)- Arme su árbol genealógico. En internet tiene opciones gratuitas. Esta actividad le facilitará ubicar en qué generación comenzó a asomarse la pelotudez en su familia, hasta llegar al paroxismo, encarnado en su propia imagen. Ubicar el cromosoma culpable de la boludez, quizás sea una forma de comenzar a combatirlo.
www.plusgenealogia.com

10)- Tenga una mascota como la mía, ovejero alemán de pelo largo. El tiempo que le insumirá limpiar el patio cada seis meses, cuando cambia el pelaje, no le dejará ganas de encarar ninguna otra empresa exasperante. Por lo tanto los gays estarán a salvo de sus prejuicios al menos durante 60 días al año.

Si ninguna de estas opciones le viene bien, pruebe con desarmar el control remoto y volver a armarlo, sacarle punta a todos los lápices que tenga en su casa, hacerse un baño de crema con aceite de oliva o aprender danza afroamericana. Cualquier asunto que no implique irrumpir en la existencia de un tercero como un completo asaltante de la vida privada. El mundo recuperará su equilibrio el día en que esto así suceda.