jueves, 1 de mayo de 2008

El periodismo me gusta, los periodistas no


Los y las que ejercen mi profesión -al menos algunos de ellos - me van a saber entender. Cuando empecé a trabajar en un diario, y más aún, cuando me inmiscuí en el mundillo periodístico fui teniendo cada vez más claro un sentimiento hacia mi profesión: el periodismo me gusta, pero los periodistas no. Es que en el corto tiempo que llevo ejerciendo la noble tarea de cronista, he conocido gente de todo tipo. Personas con distintas necesidades, pobres, ricos, fachos, travestis, ladrones, niños enfermos, grandes enajenados, jóvenes alienados, ultrareligiosos, discapacitados, incapacitados, buenos alumnos, alumnos violentos, maestras ejemplares, viejas y viejos avinagrados, funcionarios destacados, políticos negociadores, garcas de todo tipo, inútiles a pedal y espécimenes dignos de olvidar o de incluir en un insectario. Sin embargo, todo vale. Eso es lo noble y lo apasionante del periodismo. No saber con qué se va a encontrar uno en el devenir de la jornada de trabajo. Ahora, hay algo con lo que seguro, segurísimo una se va a topar: es con el ego de los colegas. Es que el periodismo es una profesión de ególatras pseudoestrellas que suponen que el mundo gira y las agendas se mueven porque ellos están allí, detrás de las noticias. Suponen que instalan temas, que bajan y suben a personalidades de la palestra, que asumen el rol del defensor del pueblo y que gracias a ellos los demás brillan, puesto que nadie brilla con luz propia, sino a través de su reflejo.

Están esos, a los que en verdad, detesto. Es tan desagradable cruzarlos por ahí y hacer de cuenta que no me molestan! que hasta a veces no lo puedo disimular demasiado.

Pero no sólo de egos vive esta profesión. También están los psicópatas laborales. Unos seres envenenados por adentro, que esparcen su líquido contaminado por fuera. Esos que no te pueden ver bien, que se apoderan de tus francos, que te traban una nota porque si, que se apasionan si te te tienen entre manos. Peligrosos porque a veces están camuflados de buenos tipos. Pero la locura los pone a prueba de vez en cuando, a ellos y a una, que puede identificar cuan entrenada está para no asesinar gente que se merecería que alguien la sujete por la solapa, la revolee tres metros y la haga practicar el vuelo de superman por la ventana más cercana.

Es una lucha esta profesión tan vapuleada, con unos suelditos tan pequeños que sólo pueden sostenerse apoyados en el extra de la alimentación del ego que proporciona el cartel con la firma, la nota de tapa y el llamado del funcionario de vez en cuando para tantear terreno. Lamentable, pero cierto. Los periodistas muchas veces nos conformamos con que nos atiendan rápido el teléfono y con un ágape de vez en cuando. Ah!!!!! y con creernos que alguna vez le movimos la aguja a alguien y la temperatura de un gobierno se modificó a través de nuestra pluma torcida.